LOS TRANSFERENCISTAS.
El erotismo en el dibujo de Lacho Martínez. Por David Mateo
A primera vista, la dimensión erótica no parece formar parte de las prioridades representativas del dibujo de Lacho Martínez, de sus intencionalidades alegóricas desde el punto de vista formal y conceptual. En el rango de las variables interpretativas básicas que se deducen de las imágenes creadas por artista, no se constata una compulsión directa de sensaciones vinculadas a la interacción sensual entre los géneros; no se muestran señales muy obvias sobre la conmoción súbita -o progresiva- que pudiera desencadenarse a partir de una supuesta interacción lasciva entre ellos. Mucho antes de arribar a esas interpretaciones específicas, nos veríamos precisados a especular sobre la inducción simbólica de ciertos objetos y procesos mecánicos; sobre la apariencia pétrea, escultórica, de algunos artefactos inusuales. Hasta pudiéramos asegurar que la condición humana o animal se muestra como un efecto secundario, como un plano deducible de esa primera fase imaginativa y elucubrativa.

Las imágenes de Lacho no se muestran amorfas, irregulares, por puro capricho estructural o estético, sino porque ellas se supeditan de manera consiente a una categoría bastante legitimada dentro del ejercicio de la representación visual, sobre todo en ámbitos como los de la escultura y la arquitectura.

Me refiero a la “voluptuosidad”; entendida ésta como tanteo o exploración del placer de los sentidos; instancia de interacción y acoplamiento sensual entre múltiples formas y valores expresivos. Lacho comprende que el trazado rígido, hierático, no contribuye a esa ilusión de movimiento, activación, viveza, con la que desea remover los sentidos perceptuales del espectador. Por el contrario, reconoce que en el roce y cruzamiento expresivo de las líneas; en la fricción un tanto insolente de los segmentos que conforman el volumen, puede encontrar recursos que validen semejante dinámica; y también hallar por extensión una vía de tránsito expedito entre orden y caos, figuración y abstracción. Tanto le importa esa vitalidad sensorial de la imagen, desplegada a partir de los procesos físicos de interacción entre sus partes, que no escatima efectos y recursos técnicos para recurrir a estados de vibrato y conmoción asociados habitualmente a lo biológico y orgánico.

Se adentra de tal modo en los indicios sensoriales de la imagen, que no resulta difícil detectar -sin demasiado despliegue de suspicacia- algunos encuadres en los que parece describirse, o sencillamente insinuarse, imágenes eróticas un tanto inquietantes; secuencias en las que podríamos elucubrar partes desnudas de la fisonomía humana; planos de acercamiento a extremidades y orificios corporales; órganos masculinos y femeninos a punto de enervación; gestos efusivos de forcejeo y ósmosis.

No creo exagerar si digo, incluso, que algunos de sus dibujos más sobrecargados y de apariencia abstracta, pudieran ser considerados desde su instancia representacional abierta, indulgente, como alusiones metafóricas del alborozo y el delirio; pudieran ser contemplados como recreaciones simbólicas de grandes bacanales o jolgorios humanos. Me parece detectar en esas estructuras dibujísticas ciertas evocaciones subrepticias a un pasado histórico de placeres y festejos mundanos; a épocas y contingencias de éxtasis, celebradas una y mil veces por civilizaciones remotas. A su modo intimista, y en extremo furtivo, Lacho Martínez deja constancia de sus deseos de remembranza y tributo dionisíacos.

David Mateo.
México, 5 de marzo de 2022.